01 febrero 2022
Juliana Vianna culminó el 2021 con una portada en la prestigiosa revista Science. Unos meses antes firmó su participación en dos proyectos Milenio centrados en la Antártica y, actualmente, prepara una expedición al sur de Chile junto a estudiantes del Magister en Recursos Naturales. Su personalidad hiperactiva, amabilidad y la capacidad de generar redes marcan el ritmo de esta profesora brasileña y su trabajo por la conservación de la biodiversidad.
Juliana Vianna tiene un súper poder: predecir la sobrevivencia de las especies frente al calentamiento global. No es adivina, sino una investigadora con más de diez años de experiencia en el campo de la biodiversidad que utiliza el modelamiento de nicho ecológico, una herramienta que utiliza información genética actual de las especies para crear mapas que proyectan cómo se distribuirán en el futuro dentro de un ecosistema.
Con ello ha analizado, por ejemplo, cuánta variedad existe y cómo interactúan las especies en los sistemas antárticos. Lo mismo hará en los bosques de la Patagonia, reconocidos entre la comunidad científica como refugios de biodiversidad ante el calentamiento global, gracias a su participación en dos proyectos Milenio adjudicados en 2021.
“Desde los 7 años siento ganas de hacer cosas como las que veía en los programas de Jacques Cousteau. Quería cambiar el mundo, tenía ganas de hacer cosas (…) Ahora veo que el tiempo está pasando rápido y me gustaría que mi legado consistiera en una contribución científica importante en términos de conocimientos en áreas en las que estamos abriendo puertas únicas para los desafíos como el Cambio Climático. Esperamos anticipar algunos de ellos y tomar medidas preventivamente”, reflexiona la ecóloga.
Ese es el motor de su participación en el Núcleo milenio sobre el límite de la vida Patagónica (o “LiLi” por sus siglas en inglés) y en el Instituto milenio de Biodiversidad Antártica y Ecosistemas Subantárticos (BASE). En este último, de hecho, trabajará junto a un especialista en Derecho Antártico para presentar sus estudios como insumo para la toma de decisiones y políticas públicas para la conservación.
Ambos proyectos comenzarán a ejecutarse el próximo año y se suman a una serie de logros como portadas en las prestigiosas revistas Science y Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) por sus hallazgos sobre genes relacionados con la longevidad y el origen de los pingüinos, respectivamente. Todo esto en pandemia, con dos hijos pequeños y con sus redes familiares a más de tres mil kilómetros.
“Pero bueno, quien hace ciencia hace lo posible para no dejar de hacer ciencia. Y yo amo la ciencia”, señala Juliana.
Extranjera, madre y feminista
El año 2010 Juliana se integró a la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal tras culminar su Doctorado en Ecología en la Universidad Católica. Dirigió el programa de Magíster en Recursos Naturales, lideró el Laboratorio de Biodiversidad Molecular, construyó una sólida carrera en territorio antártico a través de su trabajo con el Instituto Antártico Chileno (INACH) y, en 2018, tomó rumbo a Estados Unidos.
Durante su año sabático trabajó con la Universidad de California en Berkeley y la Academia de Ciencias de California haciendo investigación genómica de pingüinos. La acompañaron sus padres, que viajaron desde Brasil, para apoyarla con el cuidado de sus dos hijos y hacer peripecias con el presupuesto.
“Fue una inversión grande, personal y económica también. Contaba con una beca, pero la costa de San Francisco es carísima, utilicé todos mis ahorros y más. Pero todo valió la pena, la Universidad es maravillosa, sigo trabajando con las personas que conocí allá y como familia tenemos mucho cariño de ese tiempo”, recuerda la investigadora.
Ese balance, entre trabajo y maternidad, es un desafío por el cual, en más de una ocasión, fue cuestionada y criticada. “La sociedad es muy machista y cruel con las mujeres. Sufres todo el tiempo que no estás dedicando a tus hijos y constantemente te preguntan cómo puedes abandonarlos… Pero yo dije no, no están abandonados. Sé dónde y con quien están, no me debo justificar. O sea, es una pregunta que el papá de los niños, que también es científico, probablemente nunca ha escuchado”, advierte Vianna.
Esta convicción, afirma, proviene del profundo amor por lo que hace ya que “no es sólo mi trabajo y el sustento de mis hijos, pero es parte de mí. Yo amo. Amo estar en terreno, ir a Congresos. Quería ser madre, pero también quería ser científica. Lorenzo y Diego lo ven, el más grande dice que me admira, ama la biología, la astronomía y lo mismo el chico con la tecnología”.
Sí hay consecuencias. Juliana duerme poco, entrena para las expediciones a la Antártica, escribe luego de que sus hijos se van a la cama y, al final del día, aún quedan varios correos por contestar. Consciente de ello, es que invita al autocuidado: “una es autoexigente, pero también aprendí que a veces hay que decir, mira, cómete un chocolate y no salgas a correr”.
Redes (por una ciencia colaborativa)
De regreso en Chile, Vianna se consagró como un referente, tanto en los estudios antárticos, como en la promoción y defensa de la equidad de género en la academia. En 2019 ganó el Premio Adelina Gutiérrez otorgado por la Academia Chilena de Ciencias, un galardón que reconoce e impulsa la labor de investigadoras jóvenes, menores de 40 años.
“Uno de los objetivos de mi vida, además de mi pasión por la ciencia y mis hijos, es apoyar a la mujer en la ciencia”, señaló al recibir el reconocimiento. Vianna se define abiertamente como feminista, forma parte de la Red de Investigadoras de Chile (RedI) y trabaja constantemente por construir relaciones de cooperación en los diversos ámbitos de su vida.
Gracias a estas redes, asegura la investigadora, es que ha podido construir conocimiento de frontera y reconocido a nivel internacional por su calidad. Se refiere tanto a sus padres en Brasil, como a sus amigos en Berkeley, a sus colaboradores en Europa, a las investigadoras en Chile y a sus colegas de laboratorio.
“Siempre tengo relaciones muy lindas, honestas, éticas y correctas con las personas. Intento transmitir a mis estudiantes y colegas que estoy ahí para cualquier momento, tanto personal, como laboral. Eso se ha reflejado también en las redes de cooperación internacional, tengo colegas y amigos en todas partes del mundo, que han depositado en mí su confianza y, bueno, también millones de pesos para desarrollar investigación”, destaca.
Actualmente trabaja de forma estable con Daly Noll y Fabiola Leon, estudiantes de Doctorado, pero por su laboratorio también pasan alumnos de pregrado y magíster. Con su grupo del programa en Recursos Naturales prepara su viaje anual a Kod Kod, un centro ecológico en la Araucanía, donde estudiarán la diversidad vegetal y animal de la zona.
Vianna también busca generar un impacto adicional, más allá de sus estudiantes. A partir del conocimiento y experiencias recogidos en terreno, su objetivo es llevar el conocimiento de la biodiversidad y conservación hasta quienes habitan las ciudades, para generar nuevas conexiones, crear consciencia y, eventualmente, modificar comportamientos.
“Uno contribuye a generar conocimiento para que se tomen las mejores decisiones a futuro con lo que vamos enfrentando en este mundo complejo. La otra tarea es formar el nuevo ejército de científicas, científicos y conservacionistas que continúen este trabajo”, enfatiza la académica de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal UC.
Carta a las nuevas generaciones
Desde la oficina que armó en casa, y coordinando las clases de natación de uno de sus hijos, Juliana Vianna piensa en los futuros y futuras científicas.
“Nunca desistan de la ciencia. Es muy gratificante y maravilloso cada lugar que conocemos, cada resultado que generamos, la interacción con los estudiantes. Busquen apoyos en sus personas cercanas, en redes de colaboración, nunca estarán solos. Soy la primera en ofrecerme para quien necesite apoyo o consejo al decidir su futuro. Este es un camino con muchas retribuciones y aprendes que no son todas monetarias, están también las personas, redescubrir el mundo, interactuar con la naturaleza y ser parte de ese mundo único que es el conocimiento”, concluye sonriendo.